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SOMOS MÁS GRANDES QUE LA VIDA


"Un equilibrio único se alza sin hacerse ostensible entre la vida y la muerte, entre los vivientes y los ya idos" María Zambrano. ¿Por qué a veces no queremos hablar de lo que es inevitable nombrar? Convertir en palabra, hacerla figura lingüística, en significante. ¿Qué fuerza nos lleva a enterrar ese sentimiento desfiguradamente innombrable en la profundidad de nuestro ser? Lo sentimos necesario, más que eso, abarruntamos que es vital hablar de ello. Pero eso ocurre cuando estas contigo mismo. Estar con nosotros mismos es una de las actividades que con más habilidad rehuimos todos. No intentes llamar a la puerta del corazón de cualquiera y preguntar por sus dolores sin la sincera intención de ser compasivo. Con uno mismo, sucede igual. ¿Existe un corazón que no sea doliente, que no haya padecido un dolor profundamente incurable?, ¿qué hacer con ello, entonces? Recordad esa fábula budista que cuenta la historia de una mujer que lloraba desconsolada por la muerte de su hijo, llevado en sus brazos. A unos y otros, que se encontraba en su vagar, preguntaba si lo podían resucitar. Todos se alejaban de ella espantados. Al cabo de un rato, cuando la mujer casi desfallecía de cansancio y dolor, un anciano le dijo; "ve a la colina aquella y pregunta por el buda, él lo resucitará". La mujer recobró fuerzas de donde no las había y marchó en busca de ese buda. Cuando dio con él, le pregunto; "¿puedes resucitar a mi hijo?", éste le dijo; "por supuesto que sí". La mujer recobró una tímida sonrisa, que parecía haber perdido para siempre. El buda le dijo; "pero para resucitar a tu hijo, necesito que hagas algo. Tienes que marchar al pueblo y pedir una semilla de mostaza." La mujer soltó a su hijo en el regazo de aquel señor que le decía todo aquello que deseaba oír, para darse media vuelta y bajar al pueblo. Pero el buda añadió; "espera, una última cosa, la persona que te de una semilla de mostaza no puede haber perdido, por fallecimiento, a ninguna persona en su familia". Amigos, se acerca el día de los difuntos, o Hollaween. Como queráis. Todos tenemos alguien al que recordar. Es bueno hacerlo, pero no olvidar que este recuerdo debe ser siempre desde aquello que esta persona desearía para nosotros; que fuéramos lo más felices posible. Somos aquel que es siempre más grande que la vida, porque sabe que está vivo, sin saber el verdadero sentido de porqué lo está. A pesar de ello, vive. Pero también llega el momento de partir, el momento de no ser.
La vida, o la naturaleza, no sabe que es, tiene una existencia "porque sí", muere y renace o se forma y se transforma, sin saberse "a sí misma" que lo hace. Esto convierte la existencia del ser humano en algo excepcional. Está íntimamente ligado a la vida, son parte de la misma naturaleza. Es como una "mutación" de ella que ha derivado hacia algo difícilmente explicable en su totalidad. Esto plantea preguntas que no somos capaces de responder del con exactitud, respuesta que a todos nos complazcan del todo. Tampoco creo que sean necesarias dichas respuestas. El dolor es cosa de dolientes. Es asunto de aquel que tiene en la yema de los dedos el entendimiento de su "razón de ser y existir", pero que no ha encontrado el lenguaje que lo explique. Ese lenguaje es algo que va más allá que el simple nombrar de las cosas. Sé que lo que os cuento es abstracto y roza lo místico. Pero es importante romper la barrera de los prejuicios para hablar sobre nosotros. Ya que no somos lo que la ciencia positivas, la religión, la política o el arte dice que somos. Todo ello es una forma de entender el mundo y al ser humano. Pero no es el mundo y el ser humano. Si alguna de ellas respondiera con totalidad a las preguntas esenciales del ser humano, no habría razón para seguir preguntándose qué somos, qué hacemos aquí, porque lees estas líneas... ¿Qué sientes cuando lees esto que escribo?, ¿qué mecanismos defensivos actúan en ti? Hablo de los dolores del ser humano en tiempos de huida desesperada y masiva al placer. Hablo en una época de maximizar el placer y hacer desaparecer el dolor. Y mi pregunta es, ¿podemos hacer desaparecer el dolor o tiene sentido hacerlo desaparecer?, el dolor al que me refiero, no es evidentemente aquel dolor físico que nos causa la enfermedad. El cual debemos aliviar, y es la vocación de muchos de nosotros. Al que me refiero es ese dolor profundo que sentimos ante la pérdida de algo irreemplazable. Este texto para muchos será pesimista, no ha sido la intención del que lo escribe, pero si pretendo hacerte reflexionar sobre la curación de nuestros dolores. Porque curar algo no es ignorar que duele, es dominar y sobreponerse a él. Es comprender, entender y afrontar. Creo que está bien por hoy... juega tu equipo, el Estado te necesita para seguir siendo lo que es, las tiendas están llenas de productos fascinantes, las redes sociales necesitan estar actualizadas, conectadas y tu pensando en el dolor... ¡Feliz Halloween!





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