"Un equilibrio único se alza sin hacerse ostensible entre la vida y la muerte, entre los vivientes y los ya idos" María Zambrano. ¿Por qué a veces no queremos hablar de lo que es inevitable nombrar? Convertir en palabra, hacerla figura lingüística, en significante. ¿Qué fuerza nos lleva a enterrar ese sentimiento desfiguradamente innombrable en la profundidad de nuestro ser? Lo sentimos necesario, más que eso, abarruntamos que es vital hablar de ello. Pero eso ocurre cuando estas contigo mismo. Estar con nosotros mismos es una de las actividades que con más habilidad rehuimos todos. No intentes llamar a la puerta del corazón de cualquiera y preguntar por sus dolores sin la sincera intención de ser compasivo. Con uno mismo, sucede igual. ¿Existe un corazón que no sea doliente, que no haya padecido un dolor profundamente incurable?, ¿qué hacer con ello, entonces? Recordad esa fábula budista que cuenta la historia de una mujer que lloraba desconsolada por la muerte de ...