Imagen: Tomelloso, Ciudad Real (1960), fotografiado por Ramón Masats
Rosario
Linares; ¿Qué caracteriza a una persona resiliente?
Las
personas que practican la resiliencia:
Son
conscientes de sus potencialidades y limitaciones.
El autoconocimiento es un arma muy poderosa para enfrentar las
adversidades y los retos, y las personas resilientes saben usarla a
su favor. Estas personas saben cuáles son sus principales fortalezas
y habilidades, así como sus limitaciones y defectos. De esta manera
pueden trazarse metas más objetivas que no solo tienen en cuenta sus
necesidades y sueños, sino también los recursos de los que disponen
para conseguirlas.
Son
creativas. La persona con una alta capacidad
de resiliencia no se limita a intentar pegar el jarrón roto, es
consciente de que ya nunca a volverá a ser el mismo. El resiliente
hará un mosaico con los trozos rotos, y transformará su experiencia
dolorosa en algo bello o útil. De lo vil, saca lo precioso.
Confían
en sus capacidades. Al ser conscientes de
sus potencialidades y limitaciones, las personas resilientes confían
en lo que son capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no
pierden de vista sus objetivos y se sienten seguras de lo que pueden
lograr. No obstante, también reconocen la importancia del trabajo en
equipo y no se encierran en sí mismas, sino que saben cuándo es
necesario pedir ayuda.
Asumen
las dificultades como una oportunidad para aprender.
A lo largo de la vida enfrentamos muchas situaciones dolorosas que
nos desmotivan, pero las personas resilientes son capaces de ver más
allá de esos momentos y no desfallecen. Estas personas asumen las
crisis como una oportunidad para generar un cambio, para aprender y
crecer. Saben que esos momentos no serán eternos y que su futuro
dependerá de la manera en que reaccionen. Cuando se enfrentan a una
adversidad se preguntan: ¿qué puedo aprender yo de esto?
Practican
el mindfulness o conciencia plena. Aún sin ser conscientes de esta
práctica milenaria, las personas resilientes tienen
el hábito de estar plenamente presentes, de vivir en el aquí y
ahora y de tienen una gran capacidad de aceptación.
Para estas personas el pasado forma parte del ayer y no es una fuente
de culpabilidad y zozobra mientras que el futuro no les aturde con su
cuota de incertidumbre y preocupaciones. Son capaces de aceptar las
experiencias tal y como se presentan e intentan sacarles el mayor
provecho. Disfrutan de los pequeños detalles y no han perdido su
capacidad para asombrarse ante la vida.
Ven
la vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma
optimista. Las personas resilientes son muy
objetivas, saben cuáles son sus potencialidades, los recursos que
tienen a su alcance y sus metas, pero eso no implica que no sean
optimistas. Al ser conscientes de que nada es completamente positivo
ni negativo, se esfuerzan por centrarse en los aspectos positivos y
disfrutan de los retos. Estas personas desarrollan un optimismo
realista, también llamado optimalismo, y están convencidas de que
por muy oscura que se presente su jornada, el día siguiente puede
ser mejor.
Se
rodean de personas que tienen una actitud positiva.
Las personas que practican la resiliencia saben cultivar sus
amistades, por lo que generalmente se rodean de personas que
mantienen una actitud positiva ante la vida y evitan a aquellos que
se comportan como vampiros emocionales. De esta forma, logran crear
una sólida red de apoyo que les puede sostener en los momentos más
difíciles.
No
intentan controlar las situaciones. Una de
las principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer
controlar todos los aspectos de nuestra vida. Por eso, cuando algo se
nos escapa de entre las manos, nos sentimos culpables e inseguros.
Sin embargo, las personas resilientes saben que es imposible
controlar todas las situaciones, han aprendido a lidiar con la
incertidumbre y se sienten cómodos aunque no tengan el control.
Son
flexibles ante los cambios. A pesar de que
las personas resilientes tienen una autoimagen muy clara y saben
perfectamente qué quieren lograr, también tienen la suficiente
flexibilidad como para adaptar sus planes y cambiar sus metas cuando
es necesario. Estas personas no se cierran al cambio y siempre están
dispuestas a valorar diferentes alternativas, sin aferrarse
obsesívamente a sus planes iniciales o a una única solución.
Son
tenaces en sus propósitos. El hecho de que
las personas resilientes sean flexibles no implica que renuncien a
sus metas, al contrario, si algo las distingue es su perseverancia y
su capacidad de lucha. La diferencia estriba en que no luchan contra
molinos de viento, sino que aprovechan el sentido de la corriente y
fluyen con ella. Estas personas tienen una motivación intrínseca
que les ayuda a mantenerse firmes y luchar por lo que se proponen.
Afrontan
la adversidad con humor. Una de las
características esenciales de las personas resilientes es su sentido
del humor, son capaces de reírse de la adversidad y sacar una broma
de sus desdichas. La risa es su mejor aliada porque les ayuda a
mantenerse optimistas y, sobre todo, les permite enfocarse en los
aspectos positivos de las situaciones.
Buscan
la ayuda de los demás y el apoyo social. Cuando las
personas resilientes pasan por un suceso potencialmente traumático
su primer objetivo es superarlo, para ello, son conscientes de la
importancia del apoyo social y no dudan en buscar ayuda profesional
cuando lo necesitan.
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