En el lejano oriente había un sabio. Este hombre tenía la sabiduría en plenitud. Había dedicado toda su vida a tener esa sabiduría. Pero en el mismo lugar también había un niño. Este niño quería engañar al viejito sabio. Y para conseguirlo, tomaba diferentes objetos entre sus manitas, iba con el sabio y le decía: - A ver viejillo sabio, ¿ qué tengo entre mis manos ?. El sabio con mucha paciencia le decía: - Sabes, tienes una piedrita roja. El niño comenzó a desesperarse porque cada vez que se presentaba con este sabio, le adivinaba las cosas que tenía entre las manos: - tienes una canica. - tienes una luciérnaga. - tienes una bolita blanca. Pero en una ocasión en que el niño salía de estar con el sabio pensó. Tengo que engañar a este sabio. Yo se que no es sabio, pero, cómo le hago. ¡ Ya se ! buscaré un árbol y me subiré a él. Es lógico que en ese árbol encuentre un nido, pues bien, buscaré el nido. Obviamente en ese nido tendrá que haber pajaritos, pues bien, tomaré un pajarito entr...
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