Las palabras engañan – huyen
sólo el canto se apodera del alma –
si sin embargo no te pierdo
sé mi falta y mi perdón.
Dejadme como al niño la sabiduría,
como al niño de los pueblos cantarines
de las salas a las que quiero entrar
de los titanes de las pródigas leyendas.
¡Mofaos de mi suave trabajo!
Pero primero debo admitir
que entre sueños te he visto
y desde el alma te llevo.
Stefan George
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