Como le ocurre a gran parte de nuestro
léxico, las palabras suelen estar desprovistas de su verdadero o
genuino significado. Por ejemplo, cuando decimos <<confía en mí>>, ¿qué
estamos diciendo?Probablemente quiera decir, “puedes contar
conmigo, pero la verdad no quiero complicarme la vida con nadie”.
Con el optimismo, ocurre algo parecido. Pensamos que ser optimista es
estar todo el tiempo pensando y diciendo “¡no pasa nada, verás como
todo sale bien!”. Pensamos que el sonriente, aquel/la que sonríe
todo el tiempo, es más feliz y más optimista que el resto. No tiene
porque ser así, una persona que sonríe todo el tiempo puede estar
mostrando nerviosismo, inseguridad o intención de agradar,
forzosamente, a los demás.
Si no entendemos bien el optimismo, si no sabemos identificarlo, probablemente tampoco sepamos que es el pesimismo. Somos seres que tendemos al él, puede que la razón sea evolutiva, hemos tenido que luchar durante miles de años para adaptarnos a las condiciones adversas de una Naturaleza que no nos proporciona ese confort que deseamos obtener. Pero el ser humano hoy no tiene esa dificultad. Disponemos de un mundo razonablemente más confortable que el que tenían los seres humanos hace 10.000 años, por ejemplo. Sería bueno que dejemos de pensar en peligros y adversidades que realmente no existen, y si existieran, muchos de ellos no serían para tanto.
Si no entendemos bien el optimismo, si no sabemos identificarlo, probablemente tampoco sepamos que es el pesimismo. Somos seres que tendemos al él, puede que la razón sea evolutiva, hemos tenido que luchar durante miles de años para adaptarnos a las condiciones adversas de una Naturaleza que no nos proporciona ese confort que deseamos obtener. Pero el ser humano hoy no tiene esa dificultad. Disponemos de un mundo razonablemente más confortable que el que tenían los seres humanos hace 10.000 años, por ejemplo. Sería bueno que dejemos de pensar en peligros y adversidades que realmente no existen, y si existieran, muchos de ellos no serían para tanto.
Quisiera aclarar, que ser pesimista es muy inteligente. Hablo, psicológicamente, por supuesto. Pero depende de la situación en la que lo seamos. Por ejemplo, si tienes que decidir sobre la vida de otras personas, lo mejor será que te plantees pensar la situación con algún grado de pesimismo. Ante la posibilidad de arriesgar todo lo que tenemos a una idea poco segura, lo mejor sería plantearnos la situación desde hipótesis pesimistas, para valorar, los más que seguros, posibles riesgos. En este tipo de circunstancias, el sentido común es el mejor indicativo. Otra cosa es, que podamos cambiar pequeños aspectos de nuestra vida o nuestra personalidad, y no lo hagamos por tener un pensamiento pesimista. En este tipo de situaciones, lo ideal es hacer una reflexión optimista. Pongo otro ejemplo, en este sentido. Imaginemos que decido volver a estudiar, pero plantearme estudiar una carrera universitaria me abruma. Y siempre me gustó la psicología. Podríamos empezar a leer algún libro sobre historia de la psicología, aproximarnos a algún psicólogo eminente, intentar entender la conducta humana un poco más, ir a alguna conferencia, leer el blog de un estudiante de psicología, etc. todo ello sería siempre mucho mejor que decidir "tirar la toalla". Y tampoco nos vamos a arruinar por ello.
El optimismo puede ser una herramienta,
que posee la sabiduría, para entender los dilemas de la vida. Por
ejemplo, si queremos entender qué es la confianza, el optimista
piensa que es la certidumbre de que alguien se puede equivocar, puede
fallar, pero es la mejor persona para hacerlo. Es decir, si tenemos
que confiar el cuidado de nuestro hijo/a a alguien, y el/la pequeño/a
se cae, haciéndose daño. Preferiría que estuviese al cuidado de
esa persona, en vez de otra. La persona pesimista, no suele confiar
en nadie, y si lo hace, piensa que ésta persona en la que deposito
la confianza, le ha fallado. Es una persona de “poca confianza”, siguiendo el ejemplo anterior.
Según Martin Seligman, un psicólogo
experto en la investigación sobre el optimismo, dos son los
elementos fundamentales para entender esta forma de ser optimista; la
impotencia aprendida y las pautas explicativas.
La imagen del elefante encadenado que
preside esta entrada, proviene de una fábula sobre un elefante que
vive desde pequeño encadenado a una estaca, que no puede
desenterrar. Irá creciendo y convirtiéndose en un animal fortísimo,
mucho más grande y poderoso que aquel pequeño elefante que aprendió
la frustración de no poder desenterrar la estaca de madera que lo
retenía. Aun así, no se planteará desenterrarla, liberarse. El
motivo, aprendió e interiorizó que jamás podría con ella.
Esto mismo lo investigó Selgiman con perros, dando el mismo
resultado en sus investigaciones. Se definiría como impotencia
aprendida -o indefensión aprendida-.
Si llevamos este tipo de experiencias,
a la vida de una persona. Desde que es pequeño recibe este tipo de
aprendizaje “no sirves para esto...”; “eres muy torpe...”;
“esto no es lo tuyo...”, etc. el resultado será el mismo, con
mucha probabilidad. A no ser que esta persona tenga muchos recursos
psicológicos (por ejemplo la resiliencia), ambientales e interpersonales posteriores a la interiorización de la impotencia que aprendió. Esta persona también
aprenderá a construir una estructura de pensamiento acorde con la
impotencia aprendida. Algo así como un patrón de conducta. Se repetirá, cada vez que se enfrente a un
desafío; “no sirvo...”; “soy torpe...” y “esto no es lo
mío...”. Utilizará por lo tanto una pautas explicativas, con las
que entenderá el mundo, se definirá a sí mismo y a los demás.
Observemos nuestras pautas
explicativas. Podéis hacerlo observando y analizando cómo
respondéis a determinadas situaciones. Por ejemplo, llevas tiempo
queriendo iniciar un proyecto que te gusta mucho, o has quedado para
salir con los amigos, o tenías que afrontar un desafío esta semana
(estudiar, mejorar en el trabajo, hablar con alguien sobre un asunto
complicado, etc.). ¿Cómo os lo habéis explicado a vosotros
mismos?, escribir lo siguiente;
Adversidad: Ejemplo: Ahora es la
oportunidad de emprender ese proyecto que tanta ilusión me hace,
pero no va a poder ser. Ya no tengo edad para esas cosas, además el
tiempo lo tengo que invertir en cosas más realistas. No, está claro
que no puede ser. Lo dejaré para otra oportunidad.
Creencia: Ejemplo: No tengo tiempo para
dedicarle a cosas que no me convienen, en este momento. No creo que
vaya a tener éxito, supondría dejar otras cosas más importantes.
Seguro que meto la pata y todo sale mál, como otras tantas veces.
Consecuencia: Ejemplo; no lo haré, no
emprenderé el proyecto. Lo tengo decidido. Ha sido una idea
estúpida, a lo mejor en otro momento esté más liberado de tiempo y
preocupaciones. Mejor sigo como estoy y me dejo de sueños.
Como podéis observar la pauta
explicativa se estructura de esta forma Adversidad, Creencia y
Consecuencia (en psicología le llamamos modelo ABC, en inglés
serían; adversity, beliefs y consequences). Aunque se podría
complicar, teóricamente, en un ACBDE (D=discussion/discusión y E=
effective belief/resolución), pero lo dejaremos para otra entrada,
ya que sobre psicología cognitiva nos queda mucho por aprender a
todos.
Descubrir dónde nos sentimos
indefensos y vencidos (sin el deseo que culpar a nadie, tan sólo
para tener consciencia de ellos y ser mejores personas). Además de
conocer cuáles son las pautas que utilizamos para perpetuar esa
indefensión en nuestras vidas, creo que es una hermosa manera de
analizar nuestra conducta. Así que ¡adelante!, convirtámonos en
personas positivas. Seamos capaces de sacar todo nuestro potencial
hacia los aspectos y personas que nos agradan, haciéndonos un poco mejor cada día.
¡Un saludo!
Comentarios
Publicar un comentario